Galicia no es una comunidad con sol, si nos guiamos por el Atlas de Radiación Solar de Galicia sólo unos cuantos concellos están situados en una zona con radiación anual media superior a 4 kWh por m2 y día; si usamos como referencia el Código Técnico de la Edificación éste todavía rebaja más la radiación media considerando tan sólo que Ourense está en la Zona II mientras que el resto de poblaciones se localizarían en la Zona I (con la radiación menor o igual a 3,8 kWh).
Con estas características, y con una climatología especialmente adversa en invierno es difícil encontrar alguna ubicación en la que recomendar la energía solar para calefacción (ni siquiera como apoyo), por lo que este tipo de tecnología debe centrarse en el calentamiento de agua caliente sanitaria. En las zonas con especial radiación solar (sur de las provincias de Ourense y Pontevedra) puede ser una inversión interesante el A.C.S. en hoteles, piscinas o bloques multivivienda, siendo además obligatorio para el cumplimiento del Código Técnico de la Edificación.
El Código Técnico de la Edificación obliga a un aporte de un 30% de energía solar térmica para la producción de agua caliente sanitaria para todas las viviendas unifamiliares gallegas, aunque permite otras medidas alternativas que consigan idénticos resultados en la reducción de emisiones de CO2, en particular mejorar el aislamiento térmico respecto a las condiciones mínimas de la HE1. A lo largo de los últimos años he visto a algunos instaladores aduciendo una supuesta “rentabilidad económica” que tengo grandes reservas y pasaremos a comentar, ya que en este tipo de sistemas es muy recomendable echar unos números que nos aseguren de la conveniencia de esta instalación en vez de optar por otras soluciones alternativas.
Una instalación de energía solar térmica en una vivienda unifamiliar no suele bajar de los 3.000 €, y el consumo en ACS en una edificación de este tipo (cuatro o cinco usuarios) no suele superar los 300 € al año cuando el combustible es gasóleo (el C.T.E. estima unos 30 litros de consumo diario por persona y día, que son unos 600 kWh por persona al año), de los que a lo sumo sólo un 60% ó 70% puede proveerse con solar térmica y el ahorro potencial está en torno a los 200 €/año en las mejores condiciones; en el caso de las instalaciones que usen gas natural, biomasa o butano el ahorro sería todavía menor por ser combustibles más baratos. Con un sencillo cálculo podemos ver que el periodo de retorno estará en torno a los quince años, que puede acortarse si el precio del petróleo sigue evolucionando por encima del IPC o alargarse si hay unos gastos de mantenimiento inesperados; para los combustibles alternativos antes citados el periodo de retorno superará los 20 años.
Partiendo que el periodo de retorno es largo debemos asegurarnos estar seguros de la conveniencia de este tipo de instalaciones; en primer lugar debemos considerar que la energía solar térmica tiene como característica más importante que concentra especialmente su aportación durante los meses de verano (junio a septiembre) por lo que es imprescindible que los residentes usen la vivienda a lo largo de todo el verano; en segundo lugar está asegurar un mínimo de cuatro o cinco usuarios durante los siguientes lustros y finalmente se debe garantizar que usando los métodos alternativos no es posible conseguir un resultado más
eficiente.
Fernando Blanco Silva. Ingeniero industrial por la Universidade de A Coruña y doctor por el Departamento de Desarrollo Sostenible de la Universidad Católica de Ávila. Profesor funcionario de enseñanza secundaria de sistemas energéticos y responsable de Energía y Sostenibilidad de la Universidade de Santiago. Colaboró en 'Journal Citation Report'.
Artículo publicado en Mundiario el 25 de marzo de 2013.